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Las preguntas más importantes de la vida

Capítulo 10 - Amar a Dios y amar a nuestro vecino

Un doble deber

Si el plan de Dios es llenar el mundo con Su gloria y nuestro rol en el es ser buenos administradores de lo que El ha hecho (para que esta gloria pueda ser revelada), entonces ya estamos de manera considerable en el camino para entender nuestro propio propósito (o el “por qué) como seres humanos. ¿pero hay algo más por decir? Es momento de pensar un poco más sobre el propósito de la vida desde la perspectiva humana – ¿Qué tiene para decir el “manual de usuario” de Dios sobre ser un ser humano? ¿hay más para entender sobre nuestras responsabilidades para que podamos vivir más en sintonía con nuestro propósito de creación?

Dios y vecino

¿Por qué no echamos un vistazo a como Jesús mismo resumió el deber principal y el llamado de los seres humanos? En una de sus enseñanzas más famosas resumió ambas cosas, lo que Dios quiere de los seres humanos y de lo que se debería tratar la vida humana. Al hacerlo recalcó dos aspectos que resumían no solo sus propias enseñanzas grabadas en el Nuevo Testamento, pero también las del Antiguo Testamento (los primeros cuatro quintos de la Biblia). Esto quiere decir que la Biblia entera en toda su inmensidad está completamente de acuerdo con este resumen del doble deber humano: 

“Jesús le dijo: amarás al señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.”

(Mateo 22:37-40)

Dos cosas, entonces, son las que definen nuestra responsabilidad si queremos vivir una vida que esté en armonía con lo que Dios previó para nosotros y si queremos construir algo verdaderamente satisfactorio. La primera responsabilidad es amar a Dios; la segunda es amar a nuestro vecino, en otras palabras, nuestros compañeros hombres y mujeres. Esto incluye familia y amigos, vecinos, colegas, conocidos, extraños con los que nos cruzamos y quizás toda la humanidad. De hecho, incluso incluye a nuestros enemigos, una característica que destaca aún más la singularidad del mensaje de Jesús. Nota que, alarmantemente, ¡no hay hada aquí sobre amarnos a nosotros mismos! Jesús probablemente sabia que haríamos esto de cualquier forma sin que se nos tuviera que decir – es virtualmente un instinto. Pero en definitiva si se nos tiene que decir que pongamos a Dios en primer lugar, y si se nos tiene que recordar sobre nuestra responsabilidad hacia nuestros compañeros humanos. Tratar de hacer estas cosas es el verdadero secreto de la vida. 

Hay algo asombrosamente desinteresado y bueno con lo que Jesús está diciendo aquí. Es a la vez devastadoramente simple e increíblemente difícil de llevar – un verdadero reto de vida (particularmente la parte de amar a tus “enemigos”). Pero es un reto que vale más la pena que cualquier otro. Jesús nos invita a ver fuera de nosotros y nuestro pequeño capullo por mundo dominado por nosotros con el fin de enfocarnos en su lugar en Dios y en ayudar a otros. Si hacemos esto podremos, a nuestra pequeña manera, dar gloria a Dios y tomar nuestra parte en cumplir Su directiva principal.  

No es una opción

Deberíamos pausar un momento para considerar la lógica en su comando de dos puntas de Jesús. Quizás es suficientemente claro el porque Jesús nos pediría que mostráramos amor a nuestros compañeros hombres y mujeres. Los beneficios para una sociedad y la raza humana entera son obvios y a la par, las palabras de Jesús encuentran su contraparte en varios sistemas éticos y tradiciones religiosas en el mundo. Mucha gente, ya sea que crean en Dios o no, asentirían y aprobarían a este principio, reconociendo que, si tan solo la gente estuviera más dispuesta a hacer esto, el mundo sería un lugar mucho mejor para vivir. Enfocándonos en las relaciones con otros es en definitiva un mejor lugar para estar que acumulando cosas y experiencias enfocadas principalmente en entretenernos a nosotros mismos. 

Aunque dicha gente puede estar menos cómoda con la otra mitad del mandamiento de Jesús: la parte sobre amar a Dios y ponerlo primero. Mostrando amor y consideración hacia nuestros semejantes está muy bien y de hecho para ser elogiado, podría decirse, pero ¿seguramente podemos hacer el trabajo de Dios sin todo eso? ¿acaso no podríamos tener el código moral y espíritu de hermandad para ayudar a nuestros compañeros hombres y mujeres sin la necesidad de la dimensión religiosa?

Mientras que esto puede ser una opción tentadora, particularmente para aquellos que encuentran poca inclinación hacia la religión organizada, significaría convertirnos solo en la mitad de la persona que estamos destinados a ser. Cuando hablamos sobre nuestra primera responsabilidad centrando nuestra vida en Dios no se trata en realidad de nuestra visión personal de la cultura y hábitos religiosos (esos son puntos más finos que podemos debatir después). En su lugar, estamos lidiando con una pregunta más fundamental sobre lo que quiere decir ser un ser humano. Lo que la Biblia está diciendo efectivamente es que fuimos diseñados para adorar, para enfocarnos en otro mas allá de nosotros mismos. Estamos hecho para buscar algo más, algo mayor, algo mejor que nosotros mismos. Este algo – esta mente de la que nuestras mentes no son mas que impresiones imperfectas – es Dios, y solamente seremos todo lo que estamos destinados a ser como personas cuando nos encontremos a nosotros mismos en El. Ese hoyo en forma de Dios en nuestros corazones solo puede llenarse cuando vivimos en relación con El y encontramos finalización ahí. 

Vivir de cualquier otra manera es, en cierto modo, una forma de idolatría en la que adoramos un “dios” falso imaginario – un dios que no existe realmente. Estamos destinados a adorar al Dios verdadero: el poder sobrenatural en el universo, el Creador, la gran Mente detrás de todo que creó todo. Si, en cambio, volvemos el enfoque de nuestras vidas nuestra propia ambición, nuestra carrera, la búsqueda de cosas materiales o placer, incluso a otras personas – lo que sea, de hecho, que no sea el Dios para el que fuimos diseñados encontrar, entonces terminamos por enfocarnos y por adorar cosas creadas en vez de al Creador de esas cosas. Eso no puede estar bien; el Creador debe ser más importante y ultimadamente más valioso que lo que El ha creado. Si cometemos el error de ignorarlo perderemos el punto de la vida y nos encontraremos insatisfechos. 

Aunque Jesús insista en que ambos elementos son esenciales: amar a Dios y amar a nuestro vecino, no nos está presentando una opción de una cosa u otra. En cambio deberíamos intentar cumplir ambos aspectos como nuestro más grande llamado y nuestro bien mayor.

Capítulo anterior: Capítulo 9 - ¿Cuál es la Directiva Principal de Dios?

Continúa leyendo: Capítulo 11 – ¿Por qué el mundo no es como Dios Desea?
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